Interesante Resumen Del Libro Inteligencia Social De Daniel Goleman!

Daniel Goleman luego del arrasador éxito de sus estudios y además de publicaciones sobre la , ha optado por dar un gran un giro en el enfoque de su investigación, abandonando por un instante la psicología unipersonal para así abordar un nuevo paradigma de tal ciencia, cuyo centro de atención no es prácticamente el individuo aislado, sino los sujetos que deciden entrar en relación. Goleman en este libro, estudia el correlato de esta “psicología interpersonal” en el área de la neurociencia, y logra hallar abundantes evidencias sobre la manera en que nuestra configuración cerebral determina nuestras relaciones sociales, al tiempo que estas configuran y moldean nuestro cerebro. Sique leyendo este artículo para que sepas del mejor resumen del libro inteligencia social de Daniel Goleman.

Índice
  1. Inteligencia social de Daniel Goleman.
  2. Estamos programados para conectar con los demás.
    1. Socializamos desde el inicio.
    2. Las emociones son contagiosas.
  3. Las dos vías del cerebro.
  4. El rapport: una forma de sintonía social.
  5. El estrés es social.
  6. Zona de rendimiento óptimo.
  7. Conclusión del libro inteligencia social.

Inteligencia social de Daniel Goleman.

Hoy día, se encuentra la ciencia en disposición de dar respuesta a muchas de las incógnitas del cerebro. Esto gracias a la resonancia magnética, han obtenido los científicos imágenes increíblemente y detalladas del cerebro que, al ser proyectadas en la pantalla de una computadora, dejan identificar las regiones cerebrales que durante una determinada actividad se activan o durante la interacción social. De este modo, con la posibilidad de cartografiar las distintas regiones cerebrales que en las dinámicas interpersonales intervienen, se comienzan a descubrir los mecanismos neuronales que intervienen en las distintas situaciones de nuestra vida: empezamos a saber qué ocurre en nuestro cerebro al momento de oír la voz de un amigo o cuando por alguna razón experimentamos un arrebato de pánico escénico.

Aunque, el más importante de los descubrimientos de la neurociencia es que está programado nuestro cerebro para conectar con los demás: y es pues que cada vez que dos o más personas se comunican o se encuentran, se inicia en sus cerebros una suerte de danza emocional. Se activan ciertas regiones, se segregan además ciertas hormonas y también ciertas conexiones neuronales se disparan. Este sutil “tango de sentimientos”, en su conjunto, será más o menos armónico, claro esto según el tipo de conexión existente entre los individuos en cuestión. Ahora bien, a un medio y a un largo plazo, tales relaciones sociales no solo van a ir esculpiendo la forma, el tamaño y el número de neuronas de cada persona, sino que van a ir influyendo silenciosamente en su carácter, en su biología e inclusive en su salud.

En el libro inteligencia social de Daniel Goleman indica que las personas que nos rodean tienen la capacidad de moldear y también de definir nuestra biología y nuestros estados de ánimo, al tiempo que ejercemos nosotros una influencia análoga en ellos. Esa profunda comprensión del influjo que las tienen relaciones en nuestra vida y en la de los demás individuos, da origen a lo que se puede llamar la “inteligencia social”, cuyo desarrollo requiere, a un mismo tiempo, conocer la aquella forma en que funcionan las relaciones y tolerar adecuadamente en ellas. Podría una persona socialmente hábil, al igual que lo hace un luchador de jiu-jitsu, lograr reconocer las energías emocionales hostiles y tratar de orientarlas para que se logren volver positivas.

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Daniel Goleman

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Estamos programados para conectar con los demás.

Retrocedemos unos cien mil años e imaginamos a una especie tan frágil como la nuestra enfrentada a la amenaza inminente de ser devorada por enormes criaturas, salvajes y hambrientas. Si a algo podemos le llegar a atribuir el hecho de haber podido sobrevivir a un escenario tan adverso, es sin duda alguna a la capacidad de nuestros antepasados para organizarse entre ellos. Si le sumamos a esto la evidencia de que la evolución del ser humano responde principalmente al complejo desarrollo de nuestros cerebros, no resulta pues descabellado suponer que ese importante órgano gris y viscoso haya logrado desarrollar todo tipo de medidas para así de alguna forma favorecer la comunicación con los otros y conseguir la supervivencia de la especie. De hecho, varias observaciones científicas de los macacos han logrado encontrar que los más sociables, son pues los que tienen más altas probabilidades de sobrevivir, este acontecimiento es sin duda una valiosa información del libro inteligencia emocional de Daniel Goleman.

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Socializamos desde el inicio.

La capacidad que tenían los homínidos para comunicar a los demás la presencia de un potencial peligro y ágilmente transmitir las señales de alarma sería, por ende, una cuestión de vida o muerte. Al parecer, consistió la respuesta evolutiva a tal necesidad en orientar la mente humana para que se mantenga en interacción continua con las mentes de los demás. Miles de años antes de que el lenguaje verbal surgiera, había generado el cerebro una serie de mecanismos con el fin de facilitar la comunicación entre los individuos y entre otras cosas poder, diversificar la vigilancia del grupo ante las múltiples amenazas latentes del entorno.

Una de las maneras en que logró el proceso evolutivo este cometido, consistió en permitir que el cerebro de cada sujeto leyera de forma rápida las emociones de sus compañeros y de este modo, por ejemplo, cuando alguno experimentaba temor, se difundiera esta sensación entre todos y propiciará las derivadas reacciones defensivas de huida o de ataque. Los escáneres cerebrales en efecto, han constatado que sólo requiere la amígdala entre dos y tres centésimas de segundo para poder registrar las señales del miedo en la cara de otra persona.

Socializamos desde el inicio

Las emociones son contagiosas.

Giacomo Rizzolatti un neurocientífico italiano hace pocos años, descubrió la existencia de lo que llamó “neuronas espejo”, que se encargan de reproducir las acciones que vemos en los demás y además emiten un impulso de acción con el fin de que las imitemos. Tales neuronas, que constituyen un legado claro de nuestra milenaria evolución y que además presentan disfuncionalidades en las personas con síndrome de Asperger, nos permiten lograr entender lo que sucede en la mente de los demás sin la necesidad de tener que apelar a los razonamientos conceptuales, sino mediante la directa simulación del sentimiento que identifican en el otro. Y el que varias de estas neuronas se ubiquen en el córtex prefrontal, muy cerca de aquellas que controlan el lenguaje y también el movimiento, explica pues nuestro impulso natural a imitar las palabras y las acciones de los otras personas.

Como han podido constatar infinidad de estudios neurológicos y de pruebas empíricas también, son contagiosas las emociones. Se produce en la interacción humana un continuo feedback intercerebral, en el que el input de uno es output del otro. En tanto que los circuitos neuronales de una persona de forma inconsciente movilizan su musculatura facial, haciendo de esta manera que sus emociones se expresen en sus gestos, garantizan las neuronas espejo de quien lo observa que, al advertir en su rostro determinada emoción, pueda en carne propia experimentarla. Significa esto que no vivimos nuestras emociones de manera aislada, sino que las experimentan con nosotros las personas con quienes nos relacionamos. Y en la medida en que tal función cerebral nos deja “sentir” al otro de forma literal, constituye pues la base neuronal de la empatía.

Las emociones son contagiosas

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Las dos vías del cerebro.

Paul Ekman un psicólogo estadounidense que ha estudiado muy a fondo las emociones, es un experto en la detección de la mentira. Con un temple científico que le permitía llegar a propiciarse pequeñas descargas eléctricas para así ubicar los músculos más esquivos, pasó Ekman un año aprendiendo a controlar voluntariamente cada uno de los casi doscientos músculos del rostro. Dibujó tras esto, un detallado mapa de los diversos sistemas musculares que interceden en los gestos para exhibir cada emoción, con sus múltiples variantes y matices. Gracias a ello, al comprender las sutilezas faciales con que las emociones se manifiestan, cuenta con una herramienta poderosa para identificar la emoción real que subyace bajo esa máscara con la que un individuo pretende ocultar sus sentimientos. Las palabras pueden mentir, de acuerdo con Ekman, aunque los rostros no, ya que está controlada la decisión de mentir por la vía superior, en tanto que los son coordinados músculos faciales por la vía inferior. Por esa razón, contradice sus palabras el rostro del mentiroso; cuando encubre la vía superior, la inferior revela.

Por su impulsiva naturaleza y su extremada rapidez, puede conducir la vía inferior a comportamientos incorrectos y, de hecho, se suele hallarse en el origen de múltiples conflictos, desde las simples diferencias sociales hasta los delitos más fatales. Permite la vía superior el equilibrio, ya que controla y frena los impulsos de la inferior y así nos protege de los problemas que puede ésta causar. Ya que la corteza orbitofrontal modula el funcionamiento de la amígdala, origen de los impulsos pasionales, quienes poseen inhibidos estos circuitos neuronales necesitan de autocontrol y se quedan a merced de sus arrebatos emocionales. Explica esto que no puedan algunas personas dejar de imitar a los otros o de realizar todo tipo de errores sociales sin siquiera llegar a percatarse de ello.

Al compensar los impulsos emocionales y brindar mayores y más sutiles elementos para la acción, amplía la vía superior y flexibiliza el repertorio establecido y fijo de las respuestas de la vía inferior. De este modo, su correcta intervención permite adecuar, modular y optimar las respuestas emocionales. Agrupa la inteligencia social, varias competencias básicas de la vía inferior, como aquellas que se encuentran asociadas a la empatía, junto con las más complejas habilidades de la vía superior como es el control de las furias emocionales.

Es Jonathan Cohen pionero en una ciencia que se encarga de estudiar el transfondo neuronal de los procesos racionales e irracionales de la toma de decisiones, mejor conocida como la neuroeconomía. Ha hecho escáneres cerebrales de personas que realizan un simulado juego de negociación y, al momento de analizar lo que ocurre en sus cerebros, ha logrado encontrar que cuanto más intensa es la reactividad de la vía inferior, desde la perspectiva económica son menos racionales las respuestas del jugador. Por el contrario, mientras más activa permanece la región prefrontal (centro operativo de la vía superior), son las respuestas más equilibradas.

Las dos vías del cerebro

El rapport: una forma de sintonía social.

Mientras habla un paciente tendido en un diván de cuero y lo escucha su psicoanalista desde una butaca, están los dedos de cada uno conectados a unos cables pequeños que registran a lo largo de la sesión los sutiles cambios en las respuestas de sudoración: de este modo evaluó Carl Marci las interacciones entre varios terapeutas de Boston y sus pacientes, en cada caso obteniendo un vídeo de la sesión junto con un registro de dos líneas que giraban al ritmo en que emergían y en cada uno de los intervinientes desaparecían las emociones. Cuando fluía la sesión, representaban las líneas un movimiento armónico, una suerte de baile coordinado que mostraba la sintonía fisiológica entre las dos personas.

Robert Rosenthal, un psicólogo de origen alemán, ha logrado definir tres esenciales elementos que determinan una relación de rapport:

  • Sensación positiva: para poder entrar en sintonía con el otro: priman los mensajes no verbales sobre aquello que se dice, ya que el vínculo emocional tácito, que por la vía inferior transita, es más directo e íntimo.
  • Atención compartida: que se muestra en detalles como la postura física o la mirada a los ojos. Si no se presta completa atención al otro, es parcial la conexión y se pierden cruciales detalles de tipo emocional.
  • Coordinación o sincronía: que se torna evidente cuando las espontáneas respuestas de las partes se encuentran tan bien coordinadas como si estuvieran ejecutando un baile previamente planificado.

El rapport: una forma de sintonía social

El estrés es social.

La atribución biológica de las relaciones sociales y sus efectos sobre la salud de los seres humanos están comenzando a ser desvelados por la ciencia médica. Han logrado identificar diferentes estudios el fruto de las interacciones sociales sobre el organismo humano y la manera en que puede una relación conflictiva, por ejemplo, alterar la presión sanguínea o la secreción de varias hormonas, haciendo que enfermen las personas o se tornen mucho más vulnerables a las enfermedades.

Es el estrés uno de los estados emocionales sobre las personas con mayores efectos biológicos. Se debe esto, según los hallazgos de la ciencia, a que en las situaciones de estrés libera cortisol la glándula adrenal, una hormona que es necesaria para enfrentar las emergencias ya que facilita la reacción del organismo ante las situaciones de riesgo. Aunque, cuando permanece demasiado tiempo en la sangre esta hormona, sus efectos acerca del funcionamiento del cerebro son muy negativos. Genera disfunciones en el hipocampo, por una parte, la región que coordina las tareas del aprendizaje, y se producen por lo tanto temores infundados y exagerados ante cuestiones menores. El cortisol por otro lado, hace que se torne hiperreactiva la amígdala, al tiempo que impide a la región prefrontal afinar sus respuestas para privar aquellos impulsos. Es una actitud temerosa el resultado general de este desequilibrio químico y la incapacidad para poder controlar el pánico frente a situaciones que prácticamente no constituyen una verdadera amenaza.

El estrés es social

Zona de rendimiento óptimo.

Es verdad que no permite pensar con claridad el agotamiento, que limita los pensamientos la tristeza y que disminuye con la ansiedad la eficacia cognitiva; se debe todo esto al hecho de que impide la excitación emocional el adecuado funcionamiento de los centros ejecutivos del cerebro. Por un lado, la ansiedad  y la ira y, la tristeza por el otro, nos alejan de la zona de óptimo rendimiento del cerebro. Por el contrario, cuando son silenciosas las emociones o se han sabido controlar sus arrebatos, pueden entrar en un “estado de máxima armonía” las redes neuronales en el que la mente desarrolla su mayor eficacia, poder y rapidez.

Zona de rendimiento óptimo

Conclusión del libro inteligencia social.

El libro inteligencia social de Daniel Goleman nos enseña que el impacto de las relaciones sociales que usted establece a diario es mucho mayor de lo que imagina. Gracias a los avances de la neurociencia, se ha logrado rastrear la forma en que sus interacciones sociales tienen en su vida una repercusión directa, y así como pueden conducir sus estados de ánimo sin que se percate de ello, han ido labrando asimismo, su configuración neuronal, con el paso de los años, su temperamento, sus habilidades y hasta el estado de salud.

Conclusión del libro inteligencia social

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